Cerámica Ctibor La solidez del ladrillo

La historia de la familia Ctibor se escribe con tinta de esfuerzo y logro. La cuarta generación de emprendedores sostiene el legado con orgullo, innovando a través de un producto noble, termoeficiente y sustentable.

De origen checo y arraigo latino, los Ctibor saben del desafío que significa hacer patria. Su tradición tiene tanto de cultural cuanto de familiar. Importa el valor de quien se animó, y el esfuerzo por llegar. Tras la primera meta, la siguiente; y luego, otra más. El horizonte es la aventura de lo que vale la pena emprender.

Una charla profesional y cálida con Eugenia Ctibor, gerente de recursos humanos de la empresa fundada en 1905 por su bisabuelo, Francisco, da lugar a reflexiones sinceras. De esos testimonios que tienen sentido.

“El ladrillo tiene que ver con nuestra cultura. Y los 113 años de Cerámica Ctibor, hoy nucleada dentro de la Cámara Industrial de Cerámica Roja -Cicer-, dan cuenta de esa tradición”, describe la empresaria. Francisco gana una licitación, compra una fábrica de ladrillos en La Plata y pasa a formar parte de la edificación de una ciudad naciente. Así se escribe esa historia.

“Era la Argentina del ferrocarril, y abastecimos con nuestros productos puntos centrales para la época: la Catedral de La Plata; Puerto Madero; inclusive llegamos al faro Cabo Blanco, en Ushuaia”, enumera.

Lo sucesivo combina raíces de un país ladrillero con genuina apuesta al mercado, y el empleo directo de 140 personas. Hacia 1995, se lleva adelante una reconversión de la empresa, que migra al parque industrial de La Plata, produciendo 30 mil toneladas mensuales de unidades, abasteciendo a la provincia de Buenos Aires, Santa Fe capital y Rosario.

 

De avanzada

No hay dudas, el producto se destaca. Entre otros, Antonio Ventriglia, técnico en Ctibor desde hace años, es el encargado de que eso ocurra. “Pensamos un diseño interno conformado por huecos que generan puentes térmicos. Son como ‘autopistas’. Esto propicia un recorrido más largo para el calor, generando un ‘slalom’, con curvas y contracurvas”, explica el técnico y colaborador de desarrollo de producto.

Ventriglia refiere que “también se trabaja en la composición de la pasta cerámica, sumando componentes que forman poros de aire obstruido”. Y remarca que el aire es un buen aislante térmico, siempre que se frene su movimiento.

El técnico lo ilustra de esta manera: “Tomemos esas estructuras antiguas, con muros de hasta 40 centímetros de espesor y techos altos, a las que uno entra y dice ‘¡qué casa fresca!’. Nuestro producto Econoblock -nombre comercial- acerca las construcciones actuales a ese tipo de confort”.

Para el especialista, es importante hablar de “inercia térmica”: “Hay métodos de construcción en seco muy livianos. Se trata de paredes que aíslan el calor, pero que terminan no reteniendo nada. Entonces, si uno interrumpe el acondicionamiento -por ejemplo, cortando la refrigeración eléctrica-, inmediatamente se pierde la temperatura confortable”.

La pared de ladrillo, señala Ventriglia, tiene más masa y absorbe parte del frío generado. “A la noche se puede apagar el equipo, y la pared va a devolver eso que acumuló durante el día”, asegura. El muro va a actuar como una reserva, por lo que, aclara, las variaciones de temperatura del día a la noche se verán amortiguadas por el ladrillo.

 

Valor argentino

Cabe destacar, el buen producto no surge de la nada, sino que es el resultado de técnica y capital. En ese sentido, el contador Gustavo Ferretti, gerente financiero de Ctibor, hace hincapié en que las inversiones en planta son a largo plazo.

“No se piensa en el año que viene, sino de tres a cinco años”, refuerza. Y establece que hay algo de aventura en todo esto: “Es un sector con industrias de capital 100% nacional, con empresarios que apuestan al país desde hace décadas”.

No se pierde de vista que la inversión está vinculada a lo sustentable, a la adecuación de las nuevas tecnologías y métodos innovadores de construcción. Se contempla, por igual, el ahorro de energía, el cuidado del medio ambiente y la termoeficiencia

Fuente: La Prensa