Nace otro barrio en la Reserva Ecológica
Contendrán 615 departamentos, de hasta cuatro dormitorios, en un predio separado de Rodrigo Bueno por la única calle de acceso al barrio.
De la erradicación a la urbanización. Así de extremos fueron los últimos 13 años para los habitantes de la villa Rodrigo Bueno, tiempo que transcurrieron entre causas judiciales hasta que dejaron de ser considerados usurpadores para convertirse en vecinos con necesidad de integrarse a la ciudad. Las mejoras en la infraestructura del barrio empezaron a notarse hace algunos meses, pero el cambio radical se inició la semana pasada con la construcción de los pilotes de hormigón que son la base de los edificios de nuevas viviendas.
Ese terreno -hasta hace poco plagado de vegetación y donde funcionó el obrador cuando se construyó la autopista Buenos Aires-La Plata- hoy luce como una alfombra de tierra marrón, después del paso de las maquinarias que lo limpiaron y alisaron. Sufrirá otra transformación cuando comiencen a levantarse los edificios que deberían estar listos en marzo de 2019 para su entrega a los vecinos, que aún mantienen ciertas dudas y temores por el proyecto.
En el asentamiento de avenida España al 3200 viven unas 2700 personas, según un censo oficial que finalizó en septiembre de 2016 (el número pudo haber aumentado por nacimientos o nuevos habitantes). Las primeras que serán reubicadas en los departamentos a estrenar son las que actualmente residen en las 230 casas situadas bajo cota de inundación, con peligro latente ante crecidas del Río de la Plata.
Luego se sumarán los vecinos que deban abandonar sus casas por la demolición prevista para la apertura de calles. Aquellos que permanezcan en el macizo habitacional ya existente tendrán mejoras en la estructura de sus hogares. En todos los casos, recibirán el título de propiedad y deberán pagar el inmueble mediante créditos accesibles.
«Tenemos todos los temores. Estamos esperanzados con el nuevo proyecto, por las viviendas, pero necesitamos que nos informen cómo será la modalidad de pago y todos los detalles. Queremos que se avance en un barrio, en las viviendas nuevas y en las actuales, que nos digan quiénes van a ser trasladados, cómo serán las calles nuevas…», enumera Diego Armando González, uno de los referentes de Rodrigo Bueno.
La desconfianza de los vecinos va de la mano de la experiencia que tuvieron. Desde 2005 todos los indicios sugerían que serían desalojados hasta que, en 2011, un fallo judicial los protegió y ordenó la urbanización. Solo cinco años después el gobierno porteño encaró un proyecto de urbanización que se sumó al plan de intervenciones en otras villas, como la 31-31bis, la 20 y la 26.
«Nunca tuvimos en la cabeza un proceso de urbanización como el que está ocurriendo, es un mundo muy distinto porque estamos acostumbrados a la informalidad. Es algo imposible de creer después de tanto años de lucha. Los vecinos siempre tienen dudas porque, después de tanto tiempo de desidia del Estado, parece mentira estar integrándonos al sistema», explica Marino Sosa, otro representante de los habitantes de la villa.
Desde que se formalizó el plan de urbanización los vecinos integran mesas participativas y técnicas en las que se definen aspectos del futuro barrio junto a miembros del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) y otras áreas del gobierno. Entre todas las partes decidieron un modelo que tenga el menor impacto posible sobre el ambiente, teniendo en cuenta la proximidad con la Reserva Ecológica Costanera Sur. Edificios de hasta tres pisos, una plaza, un espacio verde lineal, un centro cultural, un vivero social y un mirador hacia el Río de la Plata fueron pensados bajo este concepto.
«Cada barrio es diferente y los vecinos tienen distintas características y necesidades. En Rodrigo Bueno la gente tiene una gran conciencia sobre el cuidado del ambiente y nos pidieron respetar ese entorno natural y buscar soluciones sustentables -explica Juan Maquieyra, presidente del IVC-. Entre otras cosas, decidimos instalar calefones solares para que se redujera el consumo de energía y, además, pudieran cuidar el bolsillo».
Para provocar una integración más fluida con el resto de la ciudad el proyecto prevé la instalación de una feria gastronómica que concentre toda la oferta que hoy tiene la villa, pero puertas adentro. La proximidad con uno de los ingresos a la reserva ecológica sería el gancho para atraer a los visitantes a la variedad de platos con fuerte influencia del norte argentino y de los países de la región elaborados por los habitantes de Rodrigo Bueno. «Todos los años un millón de personas entran a la reserva. Si logramos que el 10% se acerque a la feria, es un éxito de integración», sostiene Lucas Randle, encargado del proyecto de urbanización en el barrio. Las viviendas que irán liberando los vecinos, aquellas que están en zona inundable, serán demolidas. Otras también lo serán, pero eso se sabrá en diciembre cuando finalice el masterplan que determinará cómo se realizará la apertura de calles. Se estima que el macizo habitacional se reducirá entre un 30% y un 50%. Las casas que se mantendrán en pie ingresarán en un proceso de «cicatrización» para mejorar su estructura y el acceso a los servicios.
Hoy, el 93% de las familias no tiene acceso a la red pública de gas, ninguna cuenta con agua potable del circuito formal, el 38% desagota las cloacas en el río y la conexión a la electricidad es absolutamente informal. Todas tendrán la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida en una casa nueva, con la restauración de su hogar o mudándose a la casa de un vecino que accede a un departamento nuevo. En cualquiera de los casos, muy lejos de la amenaza de desalojo que pesó sobre ellas.
Idas y vueltas
La historia de la villa Rodrigo Bueno tuvo demasiados capítulos judiciales y protagonistas que alzaron su voz hasta llegar al proyecto actual de urbanización. En el medio algunas contradicciones que, al mirar hacia atrás, dejan mal parado hasta al actual jefe de gobierno.
En los primeros días de 2005 se comenzaba a hablar de erradicación de la villa ubicada frente a la ex Ciudad Deportiva de Boca Juniors donde, en ese momento, se proyectaba la construcción de un nuevo barrio con una inversión de 500 millones de dólares. El plan era trazar ese conjunto habitacional con Puerto Madero.
«Formamos una unidad de trabajo con el Instituto de la Vivienda para solucionar este tema. No vamos a impulsar el desalojo violento de las tierras; no vamos a ir con topadoras. El barrio que se instaló allí se irá y el gobierno le devolverá el espacio a la Reserva Ecológica», le aseguraba a LA NACION en enero de 2005 el vicejefe de gobierno y a secretario de Desarrollo Social de ese momento, Jorge Telerman. La posición era defendida por el ex jefe de gobierno, Aníbal Ibarra.
Más de un año después, en noviembre de 2006, se anunció por segunda vez la erradicación de Rodrigo Bueno que sería ejecutada por el Ministerio de Espacio Público. «La erradicación de comenzará este mes con la gente que no tiene chicos en el colegio y, en diciembre y en enero se la hará con la totalidad de los habitantes», soltó Lía María en la Legislatura, en su rol de titular del Ministerio.
Por esos años los vecinos interpusieron un recurso de amparo solicitando la nulidad de un decreto sancionado con el objetivo de desocupar la zona. Fue la primera excursión en la justicia porque más tarde, en 2011, la jueza Elena Liberatori, del Juzgado en lo Contencioso Administrativo y Tributario Nº 4 les dio la razón al planteo formulado por los vecinos. Liberatori le ordenó al Gobierno que presente un plan de integración social y urbana, y que provea al barrio de servicios públicos; además declaró la nulidad del decreto.
«Realmente, es un disparate. En este caso, es una zona donde no hay infraestructura adecuada para que la gente viva. Estamos convalidando una toma; la gente ha usurpado un lugar», sostenía el por entonces jefe de gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta. «Vamos a apelar el fallo. Es muy a la ligera convalidar a gente que tomó un lugar hace unos años y ahora hay que darle la propiedad de la tierra», agregaba.
En 2014 la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo y Tributario dejó sin efecto la sentencia de Liberatori y resolvió que la urbanización en el territorio de la reserva ecológica era inviable. El caso llegó hasta el Tribunal Superior de Justicia donde siguió durmiendo a la espera de una definición. Hasta que en 2016, barriendo bajo la alfombra la apelación, el Instituto de la Vivienda anunció los planes de urbanización. Habían pasado once años. De la erradicación a la integración.
Fuente: La Nación
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