Una pelea en la que nadie escucha
Todos hablan de todos, pero solo se oyen. Nadie escucha. La primera fase de la epidemia sorprendió con un presidente, Alberto Fernández, que asumió claramente el liderazgo de la crisis. Tomó decisiones sanitarias, como una dura cuarentena, que otros países demoraron en tomar y les está yendo muy mal. Le habló a la sociedad no como un político cualquiera, sino como un hombre común, que es lo que se propone ser. La sociedad se lo reconoció. El Presidente tiene hoy una imagen positiva que oscila entre el 60 y el 70 por ciento, según las distintas encuestadoras. No había llegado a esos números ni cuando accedió al poder, que es el instante de epifanía de cualquier presidente.
Las cosas se complicaron en los últimos días, cuando la crisis sanitaria se trasladó a la economía. Ese traslado era inevitable. Si la sociedad debe permanecer en casa y los comercios y las fábricas deben cerrar, ¿qué otra consecuencia se puede esperar si no la parálisis de la economía? El letargo de la economía significa mucho más que los números o porcentajes que establecen los economistas. Significa que las empresas empiezan a sentir un ahogo insoportable, que los trabajadores (aun los que cobran) perciben el temor de perder sus empleos y que los que trabajan en la informalidad han visto derrumbarse sus ingresos. Describir esa situación no significa que deben levantarse los controles de la cuarentena, que es, hasta ahora, el único remedio probado que hay en el mundo. Manifiesta, en cambio, que los conflictos de la epidemia no se agotan en la grave peripecia sanitaria, sino en un mosaico más amplio de problemas, que incluyen la economía actual y la futura.
El encontronazo más estridente lo protagonizó el propio Presidente cuando, el domingo pasado, calificó de «miserables» a empresarios que habían despedido personal o que proyectaban hacerlo. Luego, aclaró que había aludido exclusivamente a la empresa Techint, una multinacional ítalo-argentina, la empresa más importante del país. Una consecuencia absolutamente prevista fue que algunos dirigentes cristinistas sacaran a pasear sus ideas conspirativas contra las empresas, a las que detestan de antemano. No es el caso de Alberto Fernández, el dirigente kirchnerista con más vínculos históricos con empresarios. Techint había informado días antes que decidió el despido de 1450 trabajadores de la construcción . La empresa prefiere hablar de «dar por terminado el contrato», porque el despido es para el personal permanente de planta. Esos trabajadores participaban de la cuatro o cinco construcciones privadas que se paralizaron abruptamente. El Gobierno dice que los telegramas que comunicaron el fin de los contratos no salieron nunca de Techint y que la conciliación obligatoria la dictó por la noticia de los diarios. Techint asegura que esos telegramas fueron despachados antes de que se conociera la información pública. El empleo en el rubro de la construcción tiene características muy especiales. El trabajo existe mientras existen las obras. Pero las empresas pagan un seguro de desempleo que empieza a funcionar no bien los trabajadores se quedan sin trabajo. Es lo que ocurrió con Techint, que señaló que espera volver a tomar a esos operarios cuando se haya superado la crisis sanitaria. La crisis sanitaria y la consiguiente cuarentena son también causas de la parálisis de aquellas obras. La construcción está parada. La Uocra, el sindicato de la construcción, estima que unos 100.000 trabajadores perderán sus empleos en los próximos tiempos.
El Presidente creyó que Techint lo estaba presionando para que no extendiera la cuarentena. Un diálogo entre su ministro de Trabajo, Claudio Moroni, y un alto ejecutivo de Techint lo llevó a esa deducción. La conversación sucedió el viernes, antes de que el Presidente anunciara la prolongación de la cuarentena, aunque ya se lo suponía inminente La versión que le llegó a Fernández es que el ejecutivo de la multinacional justificó los despidos en la caída vertical de la actividad de la empresa como consecuencia de la cuarentena. Un alto directivo de Techint aseguró: «Jamás estuvo en nuestra intención presionar al Gobierno por la cuarentena». Recordó que la multinacional tiene una importante fábrica en Bergamo, una ciudad cercana a Milán y donde se detectó uno de los peores epicentros de la epidemia en Italia. «Conocemos la magnitud del drama», dijo. De hecho, también recordó que Techint había destinado US$10 millones en la Argentina para levantar un hospital de campaña al lado del Hospital Austral, en Pilar, y para ayudar a aumentar la producción de la empresa cordobesa que fabrica los respiradores artificiales.
El Presidente dice que no hubo telegramas. La empresa asegura que sí los hubo. El Gobierno cree que hubo una operación de presión desde la empresa para que no se prolongara la cuarentena. Techint señala que nunca se propuso presionar a la administración, y mucho menos con una cuestión sanitaria de evidente gravedad. No se están escuchando.
La alusión del Presidente a los «miserables» disparó una marea de reclamos empresarios, sobre todo de pequeñas y medianas empresas. Reclaman medidas urgentes para poder pagar los salarios del personal de marzo y abril. Fernández dijo en su discurso que les pedía a los empresarios que ganaran menos, aunque luego precisó que se refería solo a Techint. Los empresarios pequeños y medianos le contestaron que ellos ya no aspiran a ganar, mucho o poco, sino a no seguir perdiendo. El Gobierno asegura que tomó medidas de alivio impositivo muy importantes, como la prórroga de todos los vencimientos, incluidos los del IVA y el anticipo de ganancias. Contadores y empresarios aseguran que nunca fueron formal ni informalmente notificados de esa decisión por parte de la AFIP. Para ellos, los plazos siguen siendo los mismos que antes de la pandemia. ¿El Gobierno anuncia y la AFIP se demora? El anticipo de Ganancias es un tema delicado porque ese pago se hace según cálculos de la AFIP sobre las ganancias del año pasado. El año pasado fue recesivo, pero este año será mucho peor por las consecuencias de la epidemia.
El Gobierno anunció también créditos especiales a las empresas para pagar salarios con un interés del 24% anual. Es un buen crédito. Los darían bancos públicos y privados. El problema es que los bancos, sobre todo los privados, les respondieron a sus clientes que, hasta el lunes al menos, no había una resolución clara del Banco Central y que, por lo tanto, no podían avanzar con esos créditos. El pago de los salarios de marzo deberá hacerse en los próximos días. El Presidente le pidió al jefe de la autoridad monetaria, Miguel Pesce, que fuera más severo con los bancos. Pero ¿la culpa es de los bancos o de las demoras del Banco Central?
Alberto Fernández no desconoce la situación de las pymes. Horacio Rodríguez Larreta le informó que la recaudación cayó un 45% en la Capital. Un derrumbe nunca visto, ni siquiera en los tiempos del default de hace casi 20 años. ¿Resuelven estos problemas los cacerolazos contra la dirigencia política? Sin duda, no. La reacción de la gente no fue contra el Presidente, sino contra muchos políticos, legisladores sobre todo, que no trabajan y que tampoco hacen una contribución simbólica a la crisis. Lo importante sería un diálogo más fluido entre el Gobierno, los empresarios y los sindicatos. Los sindicatos saben lo que sucede en las empresas. Las empresas conocen el drama que viven sus trabajadores. ¿No llegó, acaso, la hora de que hablen menos y se escuchen más?
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
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