Se Quiebra la Cámara Argentina de la Construcción
Obra pública. Feroz pelea por la dirección de la cámara que representa al sector
Se preveía desde diciembre, pero finalmente la pelea entre los constructores más importantes del país se desencadenó el viernes pasado. El motivo no es menor: la conducción de la poderosa Cámara Argentina de la Construcción.
A grandes rasgos quedaron expuestas dos facciones. Por un lado, los llamados «encuadernados», mote con el que se señala a los empresarios que quedaron abarcados dentro de la causa conocida como los cuadernos de las coimas. Por el otro, «los que zafaron» de las esquirlas del juicio donde se investiga el pago de sobornos por parte de empresarios a exfuncionarios.
Los primeros quedaron agazapados detrás de la figura de Hugo Dragonetti, dueño de Panedile, detenido en su momento por el juez Claudio Bonadio. Los otros expresan la lista que está en el poder y que fue la resultante de la primera elección en la Cámara después de que su expresidente, Carlos Wagner, confesara cómo se cartelizaban y cómo pagaban retornos a los funcionarios.La entidad tiene un régimen mediante el cual el presidente, y la comisión directiva, dura un año en sus cargos. Sin embargo, en la práctica, siempre se acordó que cada uno puede extender un año más su mandato, al menos si así lo desea. Ese tiempo se agotaba en diciembre, pero mediante un acuerdo pospusieron la decisión de el nuevo mandamás para marzo.
Estaban divididos, pero el viernes fue la ruptura. Ese día era el último plazo que había para presentar las listas. El oficialismo, representado por Julio Crivelli, inscribió la suya. Dragonetti no pudo por problemas formales y la entidad se empezó a resquebrajar al punto que el empresario dio de baja a Panedile como una de las socias. No solo eso: escribió una carta con fuertes acusaciones a la conducción y la envió a sus colegas. De esa manera, los «encuadernados» se quedaron sin lista.
«Panedile se ha dado de baja ayer [por el viernes] de la Cámara Argentina de la Construcción como forma de protestar ante la inacción, tibieza y falta de grandeza. Consejo: defiendan sus posiciones en las Delegaciones. Me sumo a Techint [se fue el año pasado] y otras empresas grandes que ya no están en la Cámara por diferencias muy importantes, primero no defendieron a los procesados, al revés han hablado con el periodismo para exponernos, nos marginaron, después apoyaron al gobierno anterior, cerrando los ojos a pesar de la carnicería a la que nos sometieron a empresas y trabajadores, ahora encima son los más tibios, vemos reclamos de todos los sectores, pero la Camarco ausente», dice la carta que Dragonetti envió a sus colegas y a la que accedió LA NACION.
La situación era precaria desde fines del año pasado. La llegada al poder de Alberto Fernandez llenó de aires de revancha a muchos de los empresarios salpicados por la causa de los cuadernos. El Presidente, ya en épocas de candidato, hizo del discurso de la persecución judicial contra la vicepresideta Cristina Kirchner y sus funcionarios como uno ejes a la hora de hablar de la corrupción de varios de los integrantes de su espacio político. Los empresarios se ilusionaron con ese discurso: si los funcionarios eran perseguidos, ellos, pese a sus propias confesiones, también podrían serlo.
Así las cosas, llegó diciembre y varios empezaron a pensar en que la conducción debería ser algo más «Albertista» que la que expresa Crivelli, un abogado que asumió con la necesidad de empezar a darle una pátina de institucionalidad y transparencia a una entidad que reunía, como socios, a la mayoría de los empresarios sospechados de pagar retornos.
Dragonetti fue la expresión de ese sector que se sentía poco defendido por sus colegas. Sin embargo, la decisión fue pasar todo a marzo.
El viernes vencía la inscripción de las listas. El actual oficialismo, compuesto por muchas empresas del interior y otras que no están en la causa, presentó sus candidatos al comité ejecutivo (9 miembros) que luego elijen al presidente. Dragonetti, por su parte, no pudo y estalló.
El empresario, en algún punto, fue víctima de una de las trampas que tiene la entidad para elegir a los representantes. A diferencia de otras, allí existe el voto calificado. Se trata de un mecanismo que tiene en cuenta la cantidad de patrimonio de una empresa y la antigüedad de cada compañía. El cálculo hace que las grandes e históricas tengan muchos más votos que las nuevas, aunque detenten gran capacidad de construcción. De ahí que las clásicas constructoras pueden llegar a tener 7,7% del total de los votos cada una. Las 10 primeras constructoras en el ránking que se confecciona para la elección tienen el 55% del total de los votos.
«Drago», como le dicen al empresario, tenía que cumplir con dos requisitos que pone el estatuto: 30% de los votos y apoyo de 40 empresas. Claro que los votos los pasaba con holgura, ya que las grandes tienen más participación en la elección, pero no logró el apoyo de las 40 empresas que lo avalen. Lo cierto es que no pudo inscribirse. «A pesar de que tenemos mayoría de votos en el sistema de elección en la Cámara, como no cumplimos con la formalidad de los avales, no se puede presentar lista», dijo en un correo que envió a sus colegas. No aclaró, por cierto, que ese requisito estuvo vigente años y que no es una regla impuesta para dejarlo fuera de la competencia.
Aunque es un protagonista de peso en el mundo de los constructores, de Dragonetti se conoce poco. El empresario, con fuerte peso en varias provincias como San Juan, fue uno de los que confesó ante Bonadio. «En diversas oportunidades me vi obligado a cumplir con las exigencias dinerarias del señor Clarens como condición para liberar los pagos de las certificaciones de las pocas obras a las que la empresa Panedile accedió legítimamente. Es decir, una vez liberados los pagos debía entregarle a Clarens una cantidad de dinero cuyo monto se correspondía con un porcentaje de lo percibido, pero que, en ningún caso, alcanzaba un 10 o un 20 por ciento de los valores de las obras. Las exigencias de Clarens eran muy firmes en este sentido: si no se pagaba no se cobraba», dijo Dragonetti según lo que consta en fojas 5171 y 5172.
Pero quizás lo que más llamó la atención fue la queja del constructor por cierta parte de la gestión de Crivelli. Fue tan fuerte el golpe después de conocida la causa de cuadernos para el sector que la conducción de la entidad desarrolló varios programas para mejora la transparencia de las compañías. Pero esto también fue motivo de críticas por parte de Dragonetti al dar su portazo. «Finalmente es alarmante la cantidad de socios que ya no pagan la cuota de la Cámara, entre los que nos vamos y los que no pagan encima van a quebrar hasta nuestra querida Cámara, más allá de eso, a no preocuparse (sic) plata para contratar a asesores de compliance. Desde afuera, cuenten conmigo», finalizó.
Fuente: La Nación
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