Chihuido, entrampado entre el dólar y el control del FMI
La construcción de la represa fue adjudicada hace más de cinco años cuando el dólar cotizaba a menos de 9 pesos. Los compromisos que deberá asumir la Nación para poder completar el financiamiento chocan con el contexto macroeconómico.
La represa Chihuido tiene, a esta altura, más litros de tinta volcada en la prensa que agua en su interior. Con el cambio de gobierno se reavivó el interés de firmas alemanas y rusas en la obra, pero la disparada del dólar, el control impuesto por el Fondo Monetario Internacional y el paso del tiempo le juegan en contra.
El proyecto para la central hidroeléctrica sobre el río Neuquén tiene una larga historia. Sus páginas más recientes comenzaron a escribirse en diciembre de 2014 cuando el entonces gobierno de Cristina Fernández de Kirchner adjudicó la obra al consorcio de empresas liderado por Helport (Grupo Eurnekian), Chediack, Panedile, Eleprint y Hidroeléctrica Ameghino.
La adjudicación tuvo la particularidad de darse sin tener el financiamiento cerrado, algo que la firma rusa Inter Rao iba a realizar aunque terminó frustrándose luego de dos pedidos de rebaja de la tasa de interés, ya durante el gobierno de Mauricio Macri.
Desde entonces han sido varias las gestiones y versiones en torno a cómo la obra valuada en 2.280 millones de dólares sería financiada. Primero se coqueteó con fondos chinos, sin resultado, y luego con fondos alemanas en asociación con recursos de España e Italia.
Mientras el cambio de gobierno reavivó el interés de empresarios rusos y alemanes, con Voith Hydro a la cabeza, para negociar nuevamente sobre la obra, los más de cinco años que pasaron desde esa adjudicación plantean una serie de interrogantes aún sin respuesta.
En números
500 millones de dólares se incluyeron en el presupuesto 2019 para la obra. En este año no se prevén fondos.
El primero tiene que ver con la legalidad de la adjudicación, pues transcurridos cinco años no sólo hay quienes sostienen que el Grupo Eurnekian excedió con creces el tiempo de espera razonable, sino que además varias de las firmas que conformaron lo que sería la UTE para su construcción ya no forman parte de los nuevos planes.
Como contrapartida se advierte que, desde el grupo argentino, se aduce que tendrían derecho a demandar al Estado en caso de que se intente avanzar con una nueva licitación de la represa.
Otro grupo de preguntas tienen que ver con el financiamiento, ya que la obra fue tasada y adjudicada cuando el dólar cotizaba a 8,95 pesos.
Huelgan las palabras para explicar el salto que genera la actual cotización de la moneda verde. Un análisis en el que además se abre la duda sobre qué cotización del dólar actual debería aplicarse dado que entre el oficial y el de atesoramiento hay un 30% de diferencia.
Entre las preguntas sobre el financiamiento debe además contemplarse que el esquema licitado comprendía que el 15% de los fondos (unos 342 millones de dólares) debían ser aportados por Nación, un Estado que ahora enfrenta la estrechez de la crisis desatada el año pasado.
La receta del Fondo Monetario Internacional (FMI) para restringir el endeudamiento nacional también colisiona con otro de los puntos de la licitación, pues el 100% de la obra debería contar con garantía soberana, una condición que, en síntesis, se traduce como más endeudamiento.
En las últimas semanas hubo visitas de empresarios rusos y pedidos de reuniones desde Alemania para analizar los planes.
Pero en la vereda técnica también surgen varios interrogantes, como son el cambio en los proveedores que pasaron de empresas rusas a firmas italianas. Contando además factores como los estudios de las poblaciones que deberán ser relocalizadas para generar el embalse de la represa, y que, en una provincia con una alta tasa de crecimiento poblacional como es Neuquén, fueron realizados hace casi una década.
En la tanda de preguntas a responder, antes de avanzar con las nuevas tratativas, no debe escapar el costo de las inspecciones de la obra, un control necesario para garantizar la correcta construcción de una obra de tal envergadura (637 MW), pero que se estima que demandarán el 3% del total de la obra, es decir unos 68 millones de dólares que no están previstos en el presupuesto.
La clave
637 MW es la potencia instalada que tendría el complejo sobre el río Neuquén.
Chihuido 1 es una obra estratégica no sólo para garantizar energía limpia para miles de usuarios del país, sino también para evitar que una crecida del río Neuquén amenace con borrar de un plumón a varias ciudades de la cuenca inferior del río. Una amenaza que parece distante, pero que estuvo muy cerca de convertirse en realidad con las crecidas de 2006 y 2008.
Quili Malal, el pueblo que quedará bajo el agua
A 274 kilómetros al noroeste de la ciudad de Neuquén se emplaza el pueblito de Quili Malal, un pequeño paraje que quedará totalmente bajo el agua el día que se construya la represa Chihuido.
En el paraje se realizaron entre el 2011 y 2012 audiencias públicas, charlas y encuentros para definir cómo cada uno de los entonces 180 habitantes serían trasladados a otra ciudad.
El pueblo de Quili Malal quedará debajo del lago que se formará con la represa.
Se contemplaron las viviendas que se necesitarían, los galpones para quienes trabajan del campo e incluso se había acordado con un grupo de jóvenes que recibirían parcelas para ponerlas en producción.
Pero eso fue hace casi una década.
Desde entonces poco se sabe qué sucedió con esos 180 habitantes, si nacieron más chicos, si alguno emigró y si quieren eran jóvenes y querían trabajar la tierra aún lo siguen queriendo.
En esa misma situación se encuentra una franja de otro pueblo, de Bajada del Agrio, que también quedaría bajo el agua del lago artificial que generará la represa para acopiar el agua para la generación y su uso.
Fuente: Diario Rio Negro
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