El relato más brutal de la historia sobre cómo funciona la corrupción en la Argentina
Carlos Wagner, expresidente de la Cámara de la Construcción, explicó cómo se arreglaban las licitaciones, cómo se recaudaba el dinero y cuál era el sistema de pago
Hubo un momento de zozobra en Comodoro Py. «Eso ya lo sabemos, no aporta nada nuevo. Los dejo solos para que hablen de lo que necesiten. En una hora nos vemos», dijo el fiscal Carlos Stornelli . Carlos Wagner, el expresidente de la Cámara de la Construcción, entendió que seguiría en la cárcel. Una hora después, inició el relato más brutal de la corrupción en la Argentina . «Me recibí de ingeniero hace 52 años y ejercí mi profesión hasta hoy. En 1966, ingresé a Esuco. En las obras que se encuentran en ejecución, entre propias y asociadas con otras compañías, trabajan 3500 personas». Fueron sus primeras palabras.
Y entonces sí, decidido, sin esposas y con la custodia del Servicio Penitenciario Federal que lo esperaba afuera, Wagner, un actor protagónico del poder durante el kirchnerismo, inició su confesión: «Todos sabían que yo era el amigo de [Julio] De Vido . En 2004, el arquitecto me citó en su despacho y me dijo que por orden del presidente [ Néstor Kirchner ] debía garantizar en forma personal el éxito acorde a los intereses del gobierno en las licitaciones públicas que se llamaron a partir de ese momento, fundamentalmente en el rubro vial, que tiene mayores montos y más significativos. Porque la obra pública -me dijo-, iba a ser uno de los métodos de recaudación de dinero para los gastos políticos». Así, Wagner empezó a ganarse su libertad.
Sobre fines de los 90, Esuco llegó a trabajar en Santa Cruz en obra pública. Uno de los primeros contratos fue la ejecución del aeropuerto de El Calafate . De Vido, que había emigrado a Santa Cruz como empleado de Entel, ya era funcionario del gobierno provincial. «Conocí al arquitecto y al gobernador Kirchner en las sucesivas visitas que hicieron a la obra», aclaró respecto de los orígenes de la relación que finalmente terminó por llevarlo la cárcel.
Poco tiempo después, aquel gobernador se convertía en presidente y el arquitecto en su principal ministro. «Yo tenía una actuación de 30 años en la Cámara de la Construcción. En ese momento era vicepresidente tercero», contó Wagner.
Justamente en la entidad empresaria, había que elegir un nuevo mandamás. En 2004 llegó la propuesta de De Vido: Kirchner lo necesitaba en un puesto clave para generar dinero negro que regrese a los funcionarios. «La obra pública iba a ser uno de los métodos de recaudación de dinero para los gastos políticos. A modo de ejemplo, llamada una licitación los interesados compraban los pliegos y se reunían en distintos lugares para determinar al ganador», relató el empresario al fiscal.
Según dijo Wagner, uno de los lugares de reunión era en el tercer piso de Venezuela 736 donde funcionaba la Cámara de Empresas Viales. Y entonces no anduvo con vueltas. Entre las que iban a ese lugar de reparto de obras y millones, el constructor mencionó a Perales Aguiar, Vial Agro, Biancalani, Losi, Fontana Micastro, Marcalba, Iecsa, Chediack, Equimac, Coarco, Cartellone y Vialco. «Me comprometo a aportar el nombre de más empresas a medida que las vaya recordando», agregó.
El relato, entonces sí, desmenuzó el nudo de la corrupción. «Las empresas se reunían en los lugares establecidos y determinaban el ganador de la licitación en función de su interés por la obra y del volumen de trabajo que tenían. Una vez adjudicada la obra, el compromiso era abonar para gastos políticos, para necesidades políticas, el anticipo que estaba establecido en los pliegos», aclaró.
Pero ahí no quedaron los detalles. Wagner dijo que el «porcentaje del anticipo financiero era entre el 10 y 20 por ciento del total de la obra: «Deducidos los impuestos, el compromiso era entregar la totalidad restante del anticipo financiero a modo de retorno». Lapidario el constructor.
El esquema que relató el dueño de Esuco también preveía qué pasaba si la obra no tenía adelantos: «Se establecían montos equivalentes que se pagaban de los primeros tres certificados de obra. Quiero aclarar que mi empresa no estaba exceptuada de este mecanismo», señalo por si alguna duda quedaba de que él también pagaba coimas.
Luego llegó el momento de la metodología de pago. Al igual que todos los arrepentidos, el expresidente de la Cámara de la Construcción dijo que los montos de dinero eran entregados a alguno de los recaudadores. » Roberto Baratta disponía quién iba a recaudar; lo mismo el ingeniero [ José] López . Ambos disponían qué persona pasaba a retirar el dinero y por dónde. Eso se mantuvo en el tiempo, siempre fue así», relató al fiscal.
Pero la tarea de Wagner, el alfil colocado allí por Kirchner y De Vido, no se limitaba a ser el anfitrión de aquellas reuniones de reparto de licitaciones. Dijo entonces: «Mi función era garantizar que el señor que ganaba la licitación les pagara. Si el contratista no cumplía, me responsabilizaban a mí y me dificultaban los pagos de los certificados de mi empresa. También le dificultaban los pagos a la contratista que no había cumplido (sic)».
Ahora bien, además de gestor de los intereses de los Kirchner en el mundo de la construcción, Wagner también se quedaba con varios proyectos de obra pública. «En el caso de las obras adjudicadas a mi empresa, me avisaban cuándo pasaban a buscar el dinero y por dónde. Siempre los interlocutores eran López y Baratta. A ellos no les interesaba qué empresa ganara [plata], solo que se haga bien el trabajo adjudicado y que pagaran el dinero comprometido. Baratta enviaba generalmente a [Nélson] Lazarte a recaudar el dinero. Por José López no recuerdo quién recaudaba. El sistema de retorno me lo había explicado en aquella reunión que relaté De Vido. Yo le pregunte cuáles eran las pretensiones, y él fijó esos montos», dijo el constructor, uno de los empresarios mimados de la expresidenta Cristina Kirchner .
El retorno a los funcionarios no se limitaba solo al adelanto para iniciar los trabajos. Según lo que confesó Wagner, que estaba bajo juramento de decir la verdad, por cada pago posterior se debía devolver una parte: «Para los adicionales de obra y modificaciones, también exigía a las empresas el mismo porcentaje de retorno».
Cuando era Esuco el «ganador» de la licitación, Wagner dijo que pagaba en lugares como el Café La Puerto Rico, Alsina al 400, a una cuadra de la Casa Rosada; en el Hotel NH, a dos cuadras de Balcarce 50 o en un estacionamiento. «En lugares públicos. A veces venían a San José 151 [donde es la sede de la empresa], pero el grueso lo recaudaban en otros lugares», confesó.
Agregó que las entregas se hacían generalmente en pesos mientras hubo restricción cambiaria. Antes, en dólares. Según el manual de la corrupción en la obra pública que relató uno de los principales actores durante los últimos años, el dinero era acondicionado en paquetes.
«Los confeccionaba una persona de confianza mía. Si se recaudaba en la sede de mi empresa, los paquetes de dinero los entregaba yo al recaudador, y si el lugar de encuentro era fuera de mi empresa, enviaba a algún apoderado, por ejemplo, a Mauro Guatti. La cantidad de dinero, es decir el anticipo financiero de la obra que se debía pagar, se entregaba en uno, dos tres pagos al funcionario que recaudaba», detalló.
Mientras el dinero que se pagaba como anticipo volvía a los bolsillos de los funcionarios, la obra empezaba con apenas un porcentaje mínimo. Wagner dijo que con «el IVA, que quedaba retenido, y que correspondía pagar a la AFIP a los 30 y 60 días, se utilizaba para iniciar la obra». Es decir, por cada 100 pesos más IVA (121 pesos) que se pagaban para que se empleen trabajadores y se compre material, 100 volvían a través de la línea Baratta, De Vido y Kirchner, y solo 21 iban a la obra. Además, quedaba una deuda con la AFIP.
Faltaba un detalle para desmembrar el esquema más corrupto jamás descripto en la Justicia. «¿Para quién era la plata?», se le preguntó. «El sistema interno de los funcionarios una vez que recaudaban el dinero, tengo la impresión de que era para arriba. Eso era lo que decían Baratta y López. Era plata para arriba», contestó.
Wagner firmó el acta y salió en libertad. Dejó en unas cuantas carillas el relato más detallado del «club de la obra pública», ese que lo hizo rico, pero que también lo mandó a la cárcel.
Por: Diego Cabot
Fuente: La Nación
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